Hoy 23 de abril de 2025, día internacional del idioma español, la lengua materna más importante del mundo, con casi 600 millones de hablantes, superado solo por el chino mandarín (aunque ésta es una lengua no nativa en muchas regiones del país asiático). Por ello, conviene hacerle un homenaje desde la mágica y mítica tierra antioqueña, con algunas de las alocuciones léxicas que se han vuelto cotidianas en nuestro modo particular de hablar.
En esta ocasión, se analizará el uso y apropiación del término "parva" que en Antioquia tiene tres acepciones principales. Una como sustantivo femenino de tipo gastronómico para designar el conjunto de alimentos de harina, normalmente que venden en las panaderías y reposterías. Otra forma que, aunque menos frecuente, se refiere a algo pequeño, menudo, insuficiente, exiguo, escueto, sucinto, tenue, etc. Y, finalmente, la tercera que se emplea para nombrar un grupo, montón o gavilla de cosas: una parva de gente o de haces de trigo.
En los últimos años, por ignorancia o mala intención, han venido circulando teorías irreales y falaces que le han conferido al término "parva" un significado exótico, ajeno y foráneo. En primer lugar, se atribuye erradamente que, de todo el mundo de habla hispana, justamente la palabra se originó (o apareció) en la región de Antioquia, esquina norte de Suramérica; seguidamente, se ha dicho que tiene una raíz diferente a las lenguas derivadas del latín, proponiendo la descabellada idea de que se trata de un sustrato heredado de las tribus del desierto o del Oriente Medio; y para colmo, llegaron a afirmar que esta voz fue traída por supuestos individuos penitenciados por el Santo Oficio, quienes, presuntamente entraron a la región de forma soterrada o clandestina.
Cualquiera de las anteriores hipótesis resulta inverosímil, artificiosa e infundiosa dado que las evidencias, registros, documentos y tradición oral así lo demuestran.
Antes que nada, para desmentir todas estas fabulas basta con atender al hecho de que esta palabra no es exclusiva de esta parte del mundo (Antioquia), pues en la literatura hispanoamericana decimonónica se puede rastrear. Lo mismo en la Península ibérica, ya que básicamente hace parte del castellano y, más antiguamente, hunde sus raíces en el latín (y las lenguas romances). Mucho menos existe evidencia de que fuera traída al Nuevo Mundo por individuos perseguidos por la Santa Inquisición o algo parecido, de eso no hay fuentes ni literatura.
Todas las anteriores teorías son falacias que alimentan la Leyenda Negra y por esta razón conviene combatir y erradicar: particularmente dado que esta palabra es tan nuestra como cualquiera de los modismos que usamos (no hace parte de un extranjerismo). De ahí que es menester definir bien todos los conceptos tejidos en torno a este vocablo para que no se propaguen ideas erróneas sobre nuestros orígenes, habla, costumbres e idiosincrasia.
Sin mayor dilación, es posible encontrar que el término "parva" tiene raíces en la alocución latina parvus y su significado más simple es “pequeño”. Un ejemplo muy común en nuestro medio es que en la clasificación de los grupos etarios se utiliza la expresión párvulo en alocución a los más pequeños; en particular, en la educación preescolar hace referencia a la etapa de la primera infancia. Ello, se puede corroborar haciendo el ejercicio de consultar su significado en cualquier diccionario para encontrar lo siguiente:
Párvulo: Pequeño (de corta edad). Aplicado a personas, usado más como sustantivo.
De igual forma, se puede dilucidar que es antigua la acepción del término "parvus" como sustantivo de tipo agrario: definición que se encuentra documentada en las lenguas romances desde la baja Edad Media, en referencia al conjunto o montón de espigas de trigo depositadas en las eras de emparvar, algo común hasta mediados del siglo XX, antes de que se produjera la mecanización del campo.
Su etimología no señala de ninguna manera un extranjerismo, por el contrario, es propia del idioma castellano, ya que proviene del romance "parva" y más anteriormente del latín parvus “pequeño” → parva. Ello se puede comprobar al tomar el Diccionario de la Lengua Española y encontrar que se trata de la forma femenina de "parvo", tomada del “refectio parva” para referirse a una pequeña porción de alimento. A su vez, la misma entrada está documenta en la 2.ª acepción sustantiva sobre la parvedad para referirse a una “corta porción de alimento” (lat. refectio parva).
Es interesante la opinión de Joan Corominas, quien sugiere que el sustantivo podría tratarse de un relicto prerromano relativo a “montón o porción de cosecha”, emparentado con el sánscrito e iranio párvata- “montaña” y con un primitivo parvan- “bulto”. Es precisamente este sustantivo campesino o agrario el que designa este término como “montón de mies”. No por nada, en el Tesoro de los Diccionarios Históricos de la RAE aparece parva como “hacina” o montón de haces de trigo dispuesto en la era, tras la siega.
Del mismo modo, los usos, extensiones y apropiaciones en España e Hispanoamérica son numerosos y diversos. En los registros dialectales de la propia Península ibérica se puede observar que el término ha sido empleado por diversas comunidades: en Murcia se conserva “parvá” (con acento) para definir “gran cantidad”, mientras que en Galicia y Portugal aparece “parva” con el sentido agrario del que se viene hablando.
Igualmente, es interesante la incorporación panhispánica que tiene este vocablo. En Argentina “una parva de…” funciona como un coloquialismo enfatizador de cantidad. Curiosamente, ya desde el Diccionario de Autoridades (s. XVIII), este mismo término se había empelado metafóricamente para llamar a la “muchedumbre o cantidad grande”, de ahí que su uso sobrevive en expresiones coloquiales como “vino una parva de gente”.
A su vez, para los casos de Colombia, Costa Rica y Ecuador, el Diccionario de Americanismos (ASALE), consigna en su II.1.f. el término parva como un “conjunto de galletas, panes u otros comestibles de este tipo que se comen al desayuno o como acompañamiento de un café, chocolate o té”. En particular, esta forma se utiliza en la región de Antioquia con características similares como se verá a continuación.
El uso del término "parva" en Antioquia
Recapitulando, hasta el momento se han definido tres formas específicas del uso y apropiación del sustantivo común parva: una para designar algo pequeño, otra para referirse al conjunto de cosas unidas o agregadas estrechamente y la tercera en una alocución relativa a la alimentación.
Se podría afirmar que en el castellano peninsular se conserva mayormente el sentido agrario y metafórico del término, mientras que en el mundo hispanoamericano, y muy específicamente en Antioquia, adquirió una acepción gastronómica: rudimentos que nos llevan hasta su actual uso en referencia a una ración de productos de panadería y repostería que se toman al desayuno, merienda o como refrigerio.
En Antioquia y el Eje Cafetero mantiene su dominio la tercera morfología de la palabra, conservando así un sentido culinario, ya sea en referencia a una "pequeña porción" o montón de alimentos. Basados en lo anterior, encontramos que se usa: 1. para indicar la existencia de una variedad (montón) de productos de panadería y repostería: galletas, panes, almojábanas, buñuelos, pastelitos, etc. 2. para afirmar que estos géneros son de pequeño (párvulo) formato y que se consumen como aperitivo o colación.
Ambas nociones tienen sus raíces en el latín refectio parva, pues con el paso del tiempo convivieron la expresión “montón de mies” y sus demás usos figurados, por ejemplo, “una parva de gente”, es decir, mucha gente. De esta forma, se conservó viva la noción ancestral, arcaica, castiza y muy española de “pequeña porción de alimento”, pero aplicada a un conjunto específico de elaboraciones culinarias, propias y particulares de la región.
De otro lado, es curioso que en la documentación producida en Antioquia durante la era de dominio español no se encuentran referencias a este término. Ello indica que la alimentación no estaba basada en el trigo, sino en el maíz, pero también que esta palabra se debió haber popularizado a finales del siglo XIX y principios del XX. Precisamente en la época en que se señala que las comunidades religiosas femeninas extranjeras difundieron el uso, apropiación y preparación de productos de repostería y panadería en la región.
En el gran escritor antioqueño, Tomás Carrasquilla, por ejemplo, podemos observar el empleo y difusión del término. Por lo tanto, existe la posibilidad de que el escritor costumbrista haya institucionalizado este sustantivo común entre los parroquianos a inicios del siglo XX. Tal como se observa en uno de sus textos cuando dice:
«Le traen el tazón de chocolate cercado de roscas de pandequeso, y a nosotros un bandejón de la tal parva y otro de "subido"».
A su vez, Carrasquilla pudo haber tomado esta alocución léxica del teatro español de finales del siglo XIX, periodo en el que se observa que este término era bastante referenciado con las acepciones que anteriormente se han mencionado. También pudieron haber sido las comunidades religiosas femeninas y masculinas españolas, que abundaron en aquel entonces en Medellín y Antioquia, quienes popularizaron el término entre sus feligreses, en los colegios donde enseñaron o entre las elites (intelectuales, culturales y económicas) que habituaron.
Por esta razón no se debe tomar con seriedad las informaciones que intentan conectar el término con otros contextos ajenos a nuestras lenguas romances. En especial, al castellano castizo, antiguo y pueblerino que se heredó y se habló en la provincia de Antioquia, como producto del aislamiento geográfico, la herencia hispánica y el poco contacto con la cultura cosmopolita que tuvo esta región.
En todo caso, la historia de la palabra parva es rica e ilustra cómo un término latino de sentido genérico (“pequeño”) y un sustantivo campesino convergieron en el castellano (desde épocas medievales) para aludir tanto a montones de mies como a porciones de alimento. Se trata de la misma diversidad de nuestro idioma español, que se hace evidente en la pervivencia de sus usos figurados, tanto en España como en América —y muy notablemente en Antioquia—, donde esta palabra tomó una especialización gastronómica.
Todo ello nos habla de una riqueza, diversidad dialectal y adaptabilidad a diferentes contextos que presenta el léxico español.