Antioquia un lugar maravilloso

Antioquia, tierra mágica y generosa ubicada estratégicamente en la esquina nor-occidental suramericana, llena de historias asombrosas y gente admirable.

miércoles, 23 de abril de 2025

El verdadero significado y origen del término "parva" en Antioquia en el marco del día del idioma

Hoy 23 de abril de 2025, día internacional del idioma español, la lengua materna más importante del mundo, con casi 600 millones de hablantes, superado solo por el chino mandarín (aunque ésta es una lengua no nativa en muchas regiones del país asiático). Por ello, conviene hacerle un homenaje desde la mágica y mítica tierra antioqueña, con algunas de las alocuciones léxicas que se han vuelto cotidianas en nuestro modo particular de hablar. 

En esta ocasión, se analizará el uso y apropiación del término "parva" que en Antioquia tiene tres acepciones principales. Una como sustantivo femenino de tipo gastronómico para designar el conjunto de alimentos de harina, normalmente que venden en las panaderías y reposterías. Otra forma que, aunque menos frecuente, se refiere a algo pequeño, menudo, insuficiente, exiguo, escueto, sucinto, tenue, etc. Y, finalmente, la tercera que se emplea para nombrar un grupo, montón o gavilla de cosas: una parva de gente o de haces de trigo. 

En los últimos años, por ignorancia o mala intención, han venido circulando teorías irreales y falaces que le han conferido al término "parva" un significado exótico, ajeno y foráneo. En primer lugar, se atribuye erradamente que, de todo el mundo de habla hispana, justamente la palabra se originó (o apareció) en la región de Antioquia, esquina norte de Suramérica; seguidamente, se ha dicho que tiene una raíz diferente a las lenguas derivadas del latín, proponiendo la descabellada idea de que se trata de un sustrato heredado de las tribus del desierto o del Oriente Medio; y para colmo, llegaron a afirmar que esta voz fue traída por supuestos individuos penitenciados por el Santo Oficio, quienes, presuntamente entraron a la región de forma soterrada o clandestina. 

Cualquiera de las anteriores hipótesis resulta inverosímil, artificiosa e infundiosa dado que las evidencias, registros, documentos y tradición oral así lo demuestran. 

Antes que nada, para desmentir todas estas fabulas basta con atender al hecho de que esta palabra no es exclusiva de esta parte del mundo (Antioquia), pues en la literatura hispanoamericana decimonónica se puede rastrear. Lo mismo en la Península ibérica, ya que básicamente hace parte del castellano y, más antiguamente, hunde sus raíces en el latín (y las lenguas romances). Mucho menos existe evidencia de que fuera traída al Nuevo Mundo por individuos perseguidos por la Santa Inquisición o algo parecido, de eso no hay fuentes ni literatura. 

Todas las anteriores teorías son falacias que alimentan la Leyenda Negra y por esta razón conviene combatir y erradicar: particularmente dado que esta palabra es tan nuestra como cualquiera de los modismos que usamos (no hace parte de un extranjerismo). De ahí que es menester definir bien todos los conceptos tejidos en torno a este vocablo para que no se propaguen ideas erróneas sobre nuestros orígenes, habla, costumbres e idiosincrasia.    

Sin mayor dilación, es posible encontrar que el término "parva" tiene raíces en la alocución latina parvus y su significado más simple es “pequeño”. Un ejemplo muy común en nuestro medio es que en la clasificación de los grupos etarios se utiliza la expresión párvulo en alocución a los más pequeños; en particular, en la educación preescolar hace referencia a la etapa de la primera infancia. Ello, se puede corroborar haciendo el ejercicio de consultar su significado en cualquier diccionario para encontrar lo siguiente: 

Párvulo: Pequeño (de corta edad). Aplicado a personas, usado más como sustantivo. 

De igual forma, se puede dilucidar que es antigua la acepción del término "parvus" como sustantivo de tipo agrario: definición que se encuentra documentada en las lenguas romances desde la baja Edad Media, en referencia al conjunto o montón de espigas de trigo depositadas en las eras de emparvar, algo común hasta mediados del siglo XX, antes de que se produjera la mecanización del campo. 


Su etimología no señala de ninguna manera un extranjerismo, por el contrario, es propia del idioma castellano, ya que proviene del romance "parva" y más anteriormente del latín parvus “pequeño” → parva. Ello se puede comprobar al tomar el Diccionario de la Lengua Española y encontrar que se trata de la forma femenina de "parvo", tomada del “refectio parva” para referirse a una pequeña porción de alimento. A su vez, la misma entrada está documenta en la 2.ª acepción sustantiva sobre la parvedad para referirse a una “corta porción de alimento” (lat. refectio parva). 

Es interesante la opinión de Joan Corominas, quien sugiere que el sustantivo podría tratarse de un relicto prerromano relativo a “montón o porción de cosecha”, emparentado con el sánscrito e iranio párvata- “montaña” y con un primitivo parvan- “bulto”. Es precisamente este sustantivo campesino o agrario el que designa este término como “montón de mies”. No por nada, en el Tesoro de los Diccionarios Históricos de la RAE aparece parva como “hacina” o montón de haces de trigo dispuesto en la era, tras la siega. 

Del mismo modo, los usos, extensiones y apropiaciones en España e Hispanoamérica son numerosos y diversos. En los registros dialectales de la propia Península ibérica se puede observar que el término ha sido empleado por diversas comunidades: en Murcia se conserva “parvá” (con acento) para definir “gran cantidad”, mientras que en Galicia y Portugal aparece “parva” con el sentido agrario del que se viene hablando. 

Igualmente, es interesante la incorporación panhispánica que tiene este vocablo. En Argentina “una parva de…” funciona como un coloquialismo enfatizador de cantidad. Curiosamente, ya desde el Diccionario de Autoridades (s. XVIII), este mismo término se había empelado metafóricamente para llamar a la “muchedumbre o cantidad grande”, de ahí que su uso sobrevive en expresiones coloquiales como “vino una parva de gente”.

A su vez, para los casos de Colombia, Costa Rica y Ecuador, el Diccionario de Americanismos (ASALE), consigna en su II.1.f. el término parva como un “conjunto de galletas, panes u otros comestibles de este tipo que se comen al desayuno o como acompañamiento de un café, chocolate o té”. En particular, esta forma se utiliza en la región de Antioquia con características similares como se verá a continuación. 



El uso del término "parva" en Antioquia

Recapitulando, hasta el momento se han definido tres formas específicas del uso y apropiación del sustantivo común parva: una para designar algo pequeño, otra para referirse al conjunto de cosas unidas o agregadas estrechamente y la tercera en una alocución relativa a la alimentación. 

Se podría afirmar que en el castellano peninsular se conserva mayormente el sentido agrario y metafórico del término, mientras que en el mundo hispanoamericano, y muy específicamente en Antioquia, adquirió una acepción gastronómica: rudimentos que nos llevan hasta su actual uso en referencia a una ración de productos de panadería y repostería que se toman al desayuno, merienda o como refrigerio.

En Antioquia y el Eje Cafetero mantiene su dominio la tercera morfología de la palabra, conservando así un sentido culinario, ya sea en referencia a una "pequeña porción" o montón de alimentos. Basados en lo anterior, encontramos que se usa: 1. para indicar la existencia de una variedad (montón) de productos de panadería y repostería: galletas, panes, almojábanas, buñuelos, pastelitos, etc. 2. para afirmar que estos géneros son de pequeño (párvulo) formato y que se consumen como aperitivo o colación. 

Ambas nociones tienen sus raíces en el latín refectio parva, pues con el paso del tiempo convivieron la expresión “montón de mies” y sus demás usos figurados, por ejemplo, “una parva de gente”, es decir, mucha gente. De esta forma, se conservó viva la noción ancestral, arcaica, castiza y muy española de “pequeña porción de alimento”, pero aplicada a un conjunto específico de elaboraciones culinarias, propias y particulares de la región.

De otro lado, es curioso que en la documentación producida en Antioquia durante la era de dominio español no se encuentran referencias a este término. Ello indica que la alimentación no estaba basada en el trigo, sino en el maíz, pero también que esta palabra se debió haber popularizado a finales del siglo XIX y principios del XX. Precisamente en la época en que se señala que las comunidades religiosas femeninas extranjeras difundieron el uso, apropiación y preparación de productos de repostería y panadería en la región. 

En el gran escritor antioqueño, Tomás Carrasquilla, por ejemplo, podemos observar el empleo y difusión del término. Por lo tanto, existe la posibilidad de que el escritor costumbrista haya institucionalizado este sustantivo común entre los parroquianos a inicios del siglo XX. Tal como se observa en uno de sus textos cuando dice: 

«Le traen el tazón de chocolate cercado de roscas de pandequeso, y a nosotros un bandejón de la tal parva y otro de "subido"»

A su vez, Carrasquilla pudo haber tomado esta alocución léxica del teatro español de finales del siglo XIX, periodo en el que se observa que este término era bastante referenciado con las acepciones que anteriormente se han mencionado. También pudieron haber sido las comunidades religiosas femeninas y masculinas españolas, que abundaron en aquel entonces en Medellín y Antioquia, quienes popularizaron el término entre sus feligreses, en los colegios donde enseñaron o entre las elites (intelectuales, culturales y económicas) que habituaron.

Por esta razón no se debe tomar con seriedad las informaciones que intentan conectar el término con otros contextos ajenos a nuestras lenguas romances. En especial, al castellano castizo, antiguo y pueblerino que se heredó y se habló en la provincia de Antioquia, como producto del aislamiento geográfico, la herencia hispánica y el poco contacto con la cultura cosmopolita que tuvo esta región.

En todo caso, la historia de la palabra parva es rica e ilustra cómo un término latino de sentido genérico (“pequeño”) y un sustantivo campesino convergieron en el castellano (desde épocas medievales) para aludir tanto a montones de mies como a porciones de alimento. Se trata de la misma diversidad de nuestro idioma español, que se hace evidente en la pervivencia de sus usos figurados, tanto en España como en América —y muy notablemente en Antioquia—, donde esta palabra tomó una especialización gastronómica. 

Todo ello nos habla de una riqueza, diversidad dialectal y adaptabilidad a diferentes contextos que presenta el léxico español.

sábado, 5 de abril de 2025

La dimensión internacional en las guerras de Independencia de Hispanoamérica

La dimensión internacional en las guerras de Independencia de Hispanoamérica se refiere al estudio y reconocimiento sobre el hecho de que la emancipación de los países americanos no fue un fenómeno exclusivamente local o interno, sino que estuvo profundamente influenciada por factores y actores internacionales. Tradicionalmente, la historiografía nacional se centró en una supuesta lucha interna contra el dominio español, abordando el fenómeno como si se tratara de un conflicto nacional –España vs. América– o uno de carácter doméstico –Guerra Civil–. Sin embargo, estudios recientes han puesto de manifiesto que el proceso independentista estuvo inmerso en el contexto de las revoluciones atlánticas y las disputas globales, en las cuales participaron las potencias extranjeras, los capitalistas internacionales y grupos de mercenarios extranjeros.
    El nuevo enfoque representa un avance historiográfico porque amplía la perspectiva y enriquece la interpretación del proceso emancipador. Entre sus principales aportes se destacan:

  1. Reconocimiento del papel de los actores internacionales: Se analiza cómo potencias europeas, banqueros y comerciantes internacionales no solo financiaron, sino que también influenciaron las estrategias militares y políticas de los insurgentes.
  2. Incorporación de los factores económicos y financieros: La guerra de independencia estuvo condicionada por el acceso al financiamiento y armamento provenientes del mercado internacional, lo que permitió sostener la lucha –ideológica y armada– y, a la vez, conectar el conflicto con las dinámicas del capitalismo trasatlántico.
  3. Estudio de la participación de mercenarios y capitalistas extranjeros: La intervención de grupos mercenarios y la acción de capitalistas internacionales agregan una dimensión transnacional a la guerra, evidenciando que la independencia fue parte de una red de relaciones globales, de intereses económicos e intervencionismo por parte de las potencias mundiales.
  4. Replanteamiento del proceso como parte de las revoluciones atlánticas: Este enfoque ubica a las independencias americanas en el marco de las grandes transformaciones políticas y económicas que se vivieron en el mundo Atlántico, lo cual permite compararla y relacionarla con otros movimientos revolucionarios ocurridos tanto en América como en Europa.
    Sin duda, uno de los trabajos pioneros en esta línea es el del historiador y doctor en Estudios Internacionales John Alejandro Ricaurte, cuyo libro titulado La dimensión internacional en la Guerra de la Independencia de Colombia (1814-1824). Potencias, capitalistas y mercenarios trasatlánticos, investigación iniciada en el 2008, presentada como tesis doctoral en el 2017 y publicada en el 2019, ha sido fundamental para demostrar que la independencia de este país suramericano fue también el resultado de intereses y estrategias que trascienden las fronteras nacionales. Este aporte rompe con la visión localista y enriquece el debate historiográfico al situar el proceso emancipador dentro de una dinámica global.
    Tradicionalmente, los estudios sobre la Guerra de Independencia en América Latina se han centrado en los procesos políticos, sociales y militares a nivel local o nacional. Sin embargo, según las investigaciones del doctor John Alejandro Ricaurte, la emancipación de Colombia –y, por extensión, de otros países de la región– posee un componente internacional de gran relevancia. Este enfoque rompe con la lectura exclusivamente localista del conflicto y evidencia que la lucha independentista fue, en realidad, el escenario de una compleja interrelación entre intereses geoestratégicos, económicos y militares a nivel transatlántico.
    En su obra, Ricaurte plantea que el proceso de independencia se configuró a partir de la convergencia de tres actores o dimensiones fundamentales: la actuación de potencias extranjeras, la influencia decisiva de los capitalistas internacionales –entre banqueros, financistas y comerciantes– y la participación activa de grupos mercenarios que cruzaron el Atlántico para luchar por una guerra que les era ajena.
    A continuación, se explorarán cada una de estas aristas para comprender en qué consiste, de manera integral, la dimensión internacional de la guerra de Independencia según este autor.


El papel de las potencias extranjeras y sus intereses geopolíticos y estratégicos

Una de las tesis centrales en la investigación de Ricaurte es que la emancipación de Colombia no fue un hecho aislado ni únicamente fruto de luchas internas, sino que estuvo imbuida en un contexto internacional en el que diversas potencias extranjeras tenían intereses estratégicos en la región.
    En la primera mitad del siglo XIX, las grandes potencias mundiales –especialmente Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Holanda– y otros actores internacionales miraban con interés la desintegración del Imperio español. La debilidad del poder hispano se transformó en una oportunidad para reconfigurar el mapa geopolítico y abrir nuevos canales para el comercio y la inversión.
    En este contexto, algunas potencias buscaron, de forma indirecta, favorecer el proceso emancipador para debilitar a España y, al mismo tiempo, asegurarse una posición ventajosa en el comercio transatlántico. Las políticas de estas naciones incluían no sólo la diplomacia y la presión económica, sino también la intervención encubierta en el suministro de armas y en la financiación de expediciones militares. Así, el apoyo –explícito o tácito– de estos países permitió que los insurgentes contaran con recursos que, de otra forma, habrían resultado escasos o inalcanzables.


Redes diplomáticas y acuerdos transatlánticos

La dimensión internacional también se manifiesta en la existencia de complejas redes diplomáticas y acuerdos comerciales que unían a los países hispanoamericanos con centros de poder en Europa y, en algunos casos, en América del Norte. Estas conexiones facilitaron el intercambio de información, tecnología y armamento, permitiendo a los insurgentes acceder a recursos esenciales para sostener su lucha. Ricaurte destaca que la intervención de estos actores extranjeros fue doble: por un lado, contribuyeron a la planificación y ejecución de la guerra; y por otro, buscaban reconfigurar el equilibrio de poder en el Atlántico para asegurar sus propias rutas comerciales y posiciones estratégicas.
    Con ejemplos como el anterior, el análisis de Ricaurte invita a replantear la interpretación de la guerra de Independencia como un conflicto meramente interno, reconociendo que el escenario transatlántico –con sus intercambios diplomáticos, militares y económicos– fue un factor determinante en el desenlace del proceso emancipador.


La influencia del capitalismo internacional y su capacidad de financiar y suministrar brazos para la guerra y armamento

Otro eje fundamental en el estudio del doctor Ricaurte es el papel del capitalismo internacional. Durante las guerras independentistas, el acceso a recursos financieros y logísticos era esencial para sostener campañas militares prolongadas. En este sentido, banqueros, financistas, casas comerciales y comerciantes particulares jugaron un rol decisivo al facilitar la adquisición de armamento, municiones, uniformes, y otros insumos necesarios para la guerra.
    La investigación de Ricaurte muestra que la financiación extranjera no era altruista ni estaba desprovista de intereses. Al contrario, los capitalistas internacionales veían en el proceso emancipador la oportunidad de obtener beneficios económicos, ya sea asegurándose el acceso a nuevos mercados, influyendo en la apertura de puertos o consolidando sus redes comerciales en una región que se encontraba en plena transformación. Así, la lucha por la independencia se transformó en un escenario en el que se libraba una batalla paralela: la competencia por el control del comercio trasatlántico y la influencia sobre los futuros estados emergentes.
    Este flujo de capital permitió no solo sostener a los ejércitos insurgentes, sino también consolidar un modelo económico que, a la postre, favoreció la integración de Colombia (y de otros países) al sistema capitalista mundial. La dimensión internacional en la guerra de Independencia subraya que el conflicto tuvo importantes repercusiones económicas que trascendieron las fronteras locales.


Intereses comerciales y reconfiguración del mercado internacional

La entrada de capital internacional en el conflicto trajo consigo cambios significativos en el panorama económico de la región. La necesidad de abastecer a los ejércitos revolucionarios impulsó la producción y el comercio de armas y otros insumos militares, creando nuevas oportunidades para los comerciantes internacionales. En muchos casos, estos intermediarios se beneficiaron de la volatilidad y la incertidumbre que generaba la guerra, estableciendo vínculos comerciales que perdurarían incluso después de concluido el conflicto.
    Además, al participar en el financiamiento de la independencia, los capitalistas internacionales contribuyeron a reconfigurar las relaciones de poder en la región, favoreciendo la consolidación de nuevas estructuras económicas y comerciales que facilitaron la inserción de los países emancipados en la economía global. En este sentido, el estudio de Ricaurte destaca que la dimensión internacional de la guerra de Independencia no puede entenderse sin reconocer el papel del capital y de las dinámicas comerciales transatlánticas.


La participación de mercenarios y actores militares foráneos

Uno de los aspectos que más ha despertado interés en la investigación de Ricaurte es la presencia y el papel de grupos mercenarios extranjeros durante la guerra de Independencia. En un conflicto que a menudo se ha idealizado como una lucha exclusivamente nacional, la participación de combatientes de diversas procedencias –europeos, norteamericanos, incluso antillanos– evidencia que la emancipación fue un proceso en el que la dimensión internacional se manifestó de manera tangible.
    Estos mercenarios, contratados o motivados por intereses personales y a menudo facilitados por las redes comerciales internacionales, se convirtieron en una pieza clave para dotar a los ejércitos insurgentes de una experiencia militar y de recursos humanos que, de otro modo, habrían sido limitados. La incorporación de estos combatientes no solo aportó habilidades tácticas y estratégicas, sino que también simbolizó la convergencia de diferentes tradiciones militares en un conflicto que trascendía las fronteras nacionales.


Organización, origen y objetivos de los grupos mercenarios

Según el análisis del doctor Ricaurte, los grupos mercenarios se organizaron en cuerpos que, en muchos casos, tenían estructuras jerárquicas y operativas nacionales de origen variado: desde legiones británicas e irlandesas hasta contingentes provenientes de otros países europeos como la legión hanoveriana, de Norteamérica y del Caribe. Estos grupos actuaron en estrecha colaboración con los insurgentes, suministrando armamento, entrenando tropas y, en ocasiones, participando activamente en la dirección de batallas que fueron clave.
    La función de los mercenarios, según Ricaurte, iba más allá de la sola asistencia militar y armamentística. Estos grupos se integraban en un entramado más amplio de cooperación internacional en el que convergían intereses económicos, políticos y estratégicos. Su presencia evidenció que la guerra de Independencia se desarrolló en un escenario transnacional, donde las fronteras del Estado eran permeables a la influencia de actores externos.
    Además, la contratación de mercenarios permitió a los insurgentes sortear ciertas limitaciones propias de las milicias locales, dotándolos de una capacidad de combate más profesional y alineada con las tácticas militares europeas de la época. Este fenómeno contribuyó a nivelar el terreno de juego frente a un ejército español –considerado uno de los más profesionales y disciplinados de su tiempo– y fue crucial para obtener victorias que, de otro modo, podrían haber resultado inalcanzables.


Implicaciones y relevancia de la dimensión internacional

Reinterpretación de la historia emancipadora

La obra del doctor Ricaurte invita a replantear la narrativa tradicional de la Independencia en Hispanoamérica. En lugar de ver el proceso como una serie de revueltas locales y regionales, su investigación propone entenderlo como un fenómeno complejo y multifacético en el que convergen dinámicas internacionales. Esta perspectiva permite reconocer que la independencia no fue solo un acto de liberación de un poder colonial, sino también un proceso en el que las relaciones de poder a escala global –tanto en el ámbito político como en el económico y militar– jugaron un papel determinante.
    El reconocimiento de esta dimensión internacional tiene importantes implicaciones historiográficas. Por un lado, se abre la posibilidad de estudiar la independencia desde una perspectiva comparada, analizando cómo diferentes conflictos emancipadores en América estuvieron interconectados a través de las redes transatlánticas. Por otro lado, permite valorar el papel de actores que, históricamente, han quedado al margen de las narrativas tradicionales, como los capitalistas internacionales y los mercenarios, cuyas contribuciones fueron fundamentales para el éxito del proceso revolucionario.


El legado en la formación del Estado moderno

La influencia de la dimensión internacional no se limita únicamente a la victoria militar, sino que también tuvo repercusiones decisivas en la construcción de los nuevos estados independientes. La financiación extranjera, el comercio y la movilización de recursos militares contribuyeron a establecer las bases de una economía integrada en el sistema capitalista mundial, creó la interdependencia de estos países al capital internacional través de la deuda externa y facilitó la consolidación de instituciones que, en muchos casos, perdurarían hasta la actualidad.
    Asimismo, la participación de actores internacionales en la guerra de Independencia fue una de las razones por las que el conflicto se transformó en un proceso de reconfiguración del orden global. La intervención –directa o indirecta– de potencias extranjeras y capitales internacionales influyó en la manera en que se trazaron las fronteras y se definieron las políticas de desarrollo de las nuevas repúblicas. De este modo, el estudio de Ricaurte subraya que comprender la independencia en Hispanoamérica requiere una mirada que abarque tanto las causas internas como las fuerzas internacionales que intervinieron en el conflicto.


Reflexiones sobre la globalización de los conflictos

Aunque los estudios sobre la Guerra de Independencia se centran en hechos pasados, la reflexión sobre su dimensión internacional es especialmente relevante en el contexto actual de conflictos globalizados. El modelo que describe el doctor Ricaurte –en el que potencias, capitales y actores militares de diferentes nacionalidades convergen para influir en el curso de la historia– encuentra paralelismos en otros conflictos contemporáneos como el de Ucrania, Yemen o Sudán. Así, el análisis de la guerra de Independencia puede servir de precedente para entender cómo en el mundo moderno los conflictos son, en gran medida, fenómenos transnacionales en los que las fronteras nacionales se vuelven difusas ante intereses globales.


A modo de conclusión

El enfoque propuesto por el doctor Ricaurte sobre la dimensión internacional de la Guerra de Independencia transforma la manera en que se ha interpretado históricamente el proceso emancipador. Su investigación evidencia que la lucha por la libertad en Colombia (y en otros países hispanoamericanos) no fue únicamente un conflicto interno, sino el escenario de una compleja interacción entre potencias extranjeras, capitalistas internacionales y grupos mercenarios trasatlánticos.
    Esta visión amplia y multidimensional permite comprender que el éxito de la independencia estuvo en gran medida condicionado por factores y actores externos que, al suministrar financiamiento, armamento y experiencia militar, contribuyeron a sortear las desventajas de las milicias locales y a nivelar el campo de batalla frente al profesionalismo del ejército español. Además, el papel de las redes diplomáticas y comerciales internacionales facilitó la inserción de las nuevas repúblicas en la economía global, marcando el inicio de un proceso de modernización que aún hoy tiene repercusiones en la estructura política y económica de la región.
    Replantear la independencia desde esta perspectiva invita a reconocer la complejidad y la interconexión de los procesos históricos. Se trata de enriquecer la interpretación histórica al incluir la influencia decisiva de actores y dinámicas internacionales. De manera que La dimensión internacional –según el doctor Ricaurte– constituye, en definitiva, un elemento clave para entender cómo se forjaron las naciones hispanoamericanas y cómo estos procesos se conectan con el entramado global de poder, comercio y militarización que define la historia del mundo.
    Esta reflexión, además, resulta útil para abordar problemas contemporáneos, en los cuales los conflictos locales se ven cada vez más influenciados por intereses y dinámicas internacionales. El estudio de la guerra de Independencia, a la luz de estas investigaciones, se convierte así en un ejemplo de cómo la historia de las luchas emancipadoras puede ofrecer lecciones sobre la complejidad de los procesos de cambio en un mundo interconectado.
    La dimensión internacional de la Guerra de Independencia, tal como la expone el doctor Ricaurte, se manifiesta en tres grandes áreas: la intervención y los intereses estratégicos de potencias extranjeras, la movilización y financiamiento de recursos por parte del capitalismo internacional, y la activa participación de mercenarios y actores militares foráneos. Estos elementos, lejos de ser accesorios, constituyen el motor que posibilitó la transformación del orden mundial y la configuración de las nuevas repúblicas. Al reconocer este entramado, se abre la puerta a una historiografía más compleja y completa, en la que el pasado no se entiende de forma aislada, sino que orbita en torno a las dinámicas globales.
    En síntesis, la dimensión internacional es un avance en la historiografía porque permite comprender la independencia de Colombia no como un evento aislado, sino como un proceso complejo, interconectado y parte de la transformación global que caracterizó el cambio del viejo orden al mundo moderno.


Referencias breves

La obra de Ricaurte, disponible en diversas plataformas académicas y editoriales (por ejemplo, en el catálogo de la Editorial ITM y repositorios institucionales) y Amazon, constituye la base principal para profundizar en este análisis. Dichos estudios invitan a continuar la investigación y el debate sobre la trascendencia de la dimensión internacional en los procesos emancipadores de Hispanoamérica.