Según Ricaurte (2019), “el único enfrentamiento en suelo antioqueño en el que participaron de forma masiva los mercenarios europeos –nacionalizados como colombianos e integrados en el ejército de veteranos de guerra, que actuó bajo el mando de Urdaneta– ocurrió en 1829, cuando el general antioqueño José María Córdova se reveló contra, según su modo de ver, el tirano Bolívar, quien abolió la constitución de Cúcuta para ejercer una dictadura”. Este planteamiento permite comprender el conflicto del Santuario como un episodio singular dentro de las Revoluciones Atlánticas, al involucrar actores extranjeros y redes militares internacionales vinculadas a las guerras napoleónicas y a la expansión internacional de los ejércitos republicanos.
El contexto político del enfrentamiento se halla en la crisis del proyecto bolivariano y la disolución de la Gran Colombia. En 1828, la abolición de la Constitución de Cúcuta y la instauración del poder dictatorial de Bolívar suscitaron la oposición de sectores federalistas y autonomistas, entre ellos, el general José María Córdova, figura central del ejército patriota en las campañas del sur y vencedor de Ayacucho. Córdova consideró ilegítimo el nuevo orden autoritario y se alzó en armas en defensa de la idea republicana. Bolívar, por su parte, ordenó reprimir la insurrección con una fuerza compuesta por veteranos de guerra bajo el mando del general Rafael Urdaneta.
Este ejército expedicionario estaba constituido, en buena parte, por oficiales y soldados extranjeros que habían llegado a América entre 1817 y 1820 para unirse a las luchas por la emancipación. Es el caso de la división que marchó al Santuario, organizado en cuatro secciones, comandadas por Daniel Carlos Castelli (italiano), Henry Lutzow (alemán), Ricardo Crofton (inglés) y los irlandeses Guillermo Fergusson y Florencio Daniel O’Leary. Este último, nacido en Cork en 1801, había sido uno de los ayudantes más cercanos de Bolívar y desempeñó un papel decisivo en la represión de la revuelta antioqueña. La estructura de mando evidencia la inserción del conflicto en una red militar transnacional, conformada por veteranos de los ejércitos europeos que encontraron en las guerras americanas una extensión de sus carreras profesionales.
Matthew Brown (2017), en su estudio “El Santuario: una batalla global”, propone interpretar este enfrentamiento como un microcosmos de los procesos globales de militarización del Atlántico revolucionario. Según el autor, la presencia de irlandeses, italianos, alemanes e ingleses en la campaña antioqueña ilustra la “globalización de la guerra de independencia”, en la cual América se convirtió en escenario de operaciones para soldados que habían participado en conflictos europeos y que, tras el colapso de los imperios napoleónicos, migraron hacia el Nuevo Mundo en busca de empleo y reconocimiento. El Santuario, en tal sentido, fue una prolongación periférica de los conflictos europeos del primer tercio del siglo XIX.
Durante la jornada del 17 de octubre, el ejército de Córdova —compuesto en su mayoría por reclutas antioqueños y con escaso armamento— enfrentó a un contingente disciplinado y profesional de veteranos. A las 08:30 horas, antes de iniciarse el combate, el comandante del Batallón Rifles, Daniel Florencio O’Leary, instó a Córdova a rendirse: “Córdova, entrégate; no sacrifiques esos pocos reclutas”. La respuesta del general fue categórica: “Córdova no se entrega a un vil extranjero, mercenario y asalariado; primero sucumbo”. Esta expresión, transmitida por los cronistas y recogida por la tradición historiográfica, sintetiza el sentido político del enfrentamiento: la resistencia de un jefe local frente a un ejército extranjero al servicio de un proyecto centralista.
El desenlace fue rápido. Las tropas de Córdova fueron derrotadas, y el general y héroe antioqueño, herido, fue hallado en una casa adyacente al territorio. Allí fue asesinado por el sargento irlandés Ruperto (Rupert) Hand, irlandés, acompañado por su compatriota, O´Caw, ello, según los testimonios recogidos en el Proceso contra el Primer Comandante Ruperto Hand (1831). El coronel Tomás Murray declaró que el propio O’Leary había ordenado la ejecución: “Yo di orden para matarlo, pero no hay que decirle a nadie”. Otros testigos, como Francisco Urdaneta, corroboraron que los coroneles Crofton y Castelli habían recibido la instrucción de eliminar al prisionero. La evidencia documental sugiere que la muerte de Córdova no fue un exceso individual de un irlandés, sino una decisión táctica del mando superior, ejecutada por un cuerpo de oficiales extranjeros integrados al ejército colombiano.
Las consecuencias políticas y simbólicas del hecho fueron profundas. El sobrino y biógrafo del general, Federico Jaramillo Córdova, describió los actos de profanación cometidos contra el cadáver y la humillación impuesta a su familia, lo que convirtió la derrota militar en un episodio de persecución política. Tales actos fueron atribuidos, en buena parte, a la presencia de oficiales extranjeros —entre ellos Castelli, Crofton y Lutzow— que participaron activamente en la ocupación de Medellín.
Desde la perspectiva de la historia global, la Batalla del Santuario representa un punto de convergencia entre la política interna de la naciente república y las dinámicas internacionales de la guerra. Como señala Ricaurte (2019), este episodio “culmina el proceso de internacionalización del conflicto”, al evidenciar que la independencia y las guerras civiles de la década de 1820 no fueron fenómenos aislados, sino capítulos de una conflagración más amplia, de proporciones atlánticas en el que participaron individuos, capitales y potencias militares de procedencia extranjera.
Aunque Matthew Brown coincide en que la batalla debe entenderse como una “manifestación periférica de una red global de soldados profesionales”, donde la línea que separa a patriotas y mercenarios resulta difusa. Los irlandeses, italianos y alemanes que combatieron en Antioquia representaban el mismo fenómeno que había caracterizado a las guerras de independencia en toda Hispanoamérica: la inserción de las luchas locales en un mercado internacional de la guerra, sostenido por promesas de tierras, rangos y pensiones.
Lo cierto es que el asesinato del héroe antioqueño por las huestes del tirano Bolívar, en ese contexto, puede leerse como la expresión extrema de un proceso en el que el ideal republicano fue desplazado por la lógica militar profesional. Su frase final —“Córdova no se entrega a un vil extranjero”—, más allá de su tono retórico, expresa la tensión entre soberanía nacional y dependencia militar externa que marcaría buena parte del siglo XIX latinoamericano.
En síntesis, la Batalla del Santuario constituye un hecho de relevancia histórica no solo para Antioquia, sino para el estudio de la independencia colombiana dentro del marco comparativo de la historia atlántica. Su carácter internacional la convierte en un caso paradigmático de la interacción entre los conflictos políticos internos y los flujos globales de combatientes extranjeros. En las montañas del oriente antioqueño se enfrentaron, simbólicamente, dos proyectos: el de una república soberana sustentada en líderes locales –antioqueños–, y el de un Estado centralizado sostenido por un ejército cosmopolita.
El reconocimiento tardío de Córdova en 1870, cuando el Congreso Nacional ordenó erigir un monumento en Rionegro para conservar sus restos, cerró parcialmente una herida nacional, pero no borró el significado histórico del acontecimiento. Como concluye Ricaurte (2019), “la tragedia del Santuario no pertenece solo a la historia de Antioquia, sino a la historia universal de las guerras de independencia; fue el eco final de una lucha que empezó en Europa y terminó, sangrienta y silenciosa, en las montañas de Antioquia”.
Bibliografía
Ricaurte Cartagena, John Alejandro (2019). La dimensión internacional de la guerra de Independencia de Colombia. Medellín: Editorial ITM – Institución Universitaria ITM.
Brown, Matthew (2015). El Santuario: una batalla global. Universidad Externado de Colombia.
Ortega, Jorge Enrique (1979). Asesinato de Córdova. Proceso contra el Primer Comandante Ruperto Hand. Bogotá: Editorial Kelly.