En el límite sur de la provincia también operaron algunas partidas de guerrilleros formados de manera espontánea y que, junto a los demás reductos del ejército del rey, buscaron frenar el avance de la revolución. Una de las guerrillas más importantes que se articuló en los confines de Antioquia fue la comandada por Hermenegildo Mendiburt (o Mendiburu), vasco según lo indican sus apellidos, quien según la opinión de los republicanos, tenía azotados los puntos más australes de la provincia interceptando la comunicación y atacando los republicanos. Una de las villas ocupadas por el jefe realista fue Anserma, con alrededor de sesenta hombres, tomando la iglesia y la casa del sacerdote independentista Bonofont.
En palabras del religioso:
“Decir la iglesia, mandándome por
oficio pedirle a U. una copia autorizada de dicho despacho para que le agregase
a los libros parroquiales, lo que cumplí puntualmente; pero como el año diez y
nueve el Comandante de las tropas R.D. Hermenegildo Mendiburt, con una partida
de sesenta hombres, hubiese ocupado este lugar, por cuyo motivo hube de
emigrar, improvisadamente, dejando abandonada mi casa con cuanto tenía se apoderaron de ella, y la hicieron cuartel,
saqueando y destruyendo todo lo que hallaron”.
Se
afirma además que el capitán patriota Custodio Gutiérrez intentó dar captura al
guerrillero realista, pero Mendiburt logró escapar con la ayuda de José Joaquín
Bayer, al que suponemos también partidario de la unidad española,
aunque se ignora si militó en las guerrillas o en los ejércitos del rey, como
si lo hizo su hermano Julián Bayer quien fue coronel de los regimientos
restauradores. Estos grupos irregulares se habían
fortalecido con la llegada del coronel Sebastián de la Calzada, pues su
ejército llegó a controlar el territorio comprendido entre el Cauca y el sur de
Antioquia. Recordemos que Calzada había sido uno de los militares realistas que
habían recibido la orden del virrey Sámano de ocupar la provincia de Antioquia
y unir a través de esta los puntos entre el Cauca y Cartagena. Como indica
Mariano Torrente:
“Temiendo Calzada que los rebeldes se
reforzasen en el valle, emprendió su marcha contra ellos en 28 de dicho mes,
llevando asimismo el segundo objeto de dar cumplimiento á una orden del virrey
Sámano que le ordenaba se adelantase sobre la provincia de Antioquia, para
obrar en combinación con las tropas que habían salido de Cartagena al mando de
Warleta”.
Fue
importante la presencia de Calzada pues logró desarticular los reductos
rebeldes que encontró en su camino hacia Antioquia, logrando abrir las
comunicaciones de gran parte del occidente y reclutar nuevos hombres para su
división. Así se afirma lo hicieron sus oficiales de apellido Muñoz y Castilla,
quienes enrolaron en la villa de Anserma un importante grupo de individuos
dispuestos a dar sus vidas por defender la causa del rey Borbón.
“Después de haber desbaratado todas
las partidas de facciosos que halló en el tránsito, derrotó asimismo un cuerpo
de 600 caballos sobre la ciudad de Cartago. Situado ya en este punto abrió la
comunicación con la villa de Anserma, que luchaba con el mayor tesón por
sostener la causa del Rey: no bien habían trascurrido dos días cuando se le
presentaron 300 habitantes de la citada villa, armados los más de lanzas i
fusiles, bajo la dirección del teniente coronel Muñoz i del capitán Castilla”.
Calzada además
envió tropas sobre Zaragoza con la intención de hacer reconocimiento de la zona
e identificar tanto las tropas amigas, como las enemigas. Estaba esperando con
un importante ejército reunir víveres, municiones y armas, las cuales fueron solicitadas al
presidente Aimerich. Además de otros suministros que vendrían desde Quito y
Popayán, que serían utilizados para avanzar sobre Antioquia. Sin embargo, la
ayuda no fue la esperada y la campaña sobre la provincia sufrió nefastos
retrasos, lo que ayudó a los rebeldes a ganar tiempo para rearmarse y asegurar el
control de todo el territorio.
Las tropas enviadas por Calzada que pensaba reunirse con los 330 infantes realistas comandados por Warleta, más las guerrillas y partidas que actuaban en el norte de Antioquia, como las del también vasco Zuláibar, junto a Larruz y Arias, habían salido a principios de enero rumbo a Zaragoza. Sin embargo, fueron enfrentados cerca del brazo de la Mojana, el que comunica los ríos Cauca y San Jorge. Fueron tomados prisioneros José Guerrero Cabero, el teniente Carlos Ferrer, otros dos oficiales y 60 soldados más.
Pese a
este fracaso Calzada continuaba al mando de una tropa importante que lo llevó
incluso a planear la toma de la capital del virreinato Santa Fe de Bogotá, aprovechando
que todos los rebeldes se encontraban en dirección a Cartagena. Acción que
quizás hubiera virado la balanza en favor de los ejércitos realistas de haberse
efectuado. Como lo explica Torrente:
“Aunque se había frustrado la empresa de Calzada sobre Antioquia en atención á los reveses que sufrieron las tropas salidas de Cartagena, según se dirá el capítulo de Santa Fe, había concebido sin embargo el atrevido proyecto de dirigirse él solo sobre la capital con los 3700 hombres á que ya ascendía su ejército, que se hallaba á esta sazón bajo el pie más brillante de arreglo i entusiasmo”.
Estos esfuerzos por retener la fidelidad del rey en lo que quedaba del territorio neogranadino resultaron inútiles en esta década de los años veinte. Después de la caída de Antioquia, los ejércitos rebeldes avanzaron primero sobre Cartagena y Santa Marta, siendo esta última donde encontraron mayor resistencia por parte de las guerrillas realistas indias que prosperaron casi hasta mediados de la década. Paralelo a esto marcharon hacia el sur, recibiendo igualmente en la provincia de Popayán, una de las más extensas del territorio, una fuerte resistencia armada por parte de los pueblos de indios que se habían levantado en el valle del Patía y gracias al marcado espíritu antirrevolucionario de ciudades que como Pasto resistieron con pugnacidad la embestida del enemigo. Finalmente, estas ciudades y pueblos de indios fueron arrasados en medio del exterminio, saqueo y otros excesos y venganzas cometidas por las huestes bolivarianas en su objetivo de llegar hasta el Perú, corazón del Imperio español en Suramérica y expulsar definitivamente a los borbones del continente.
Si bien el liberalismo pretendía suplantar el sistema de valores que había prevalecido en los pueblos hispánicos, representados principalmente en la cristiandad, contó con la reprobación de una buena parte de la población, la mayoría, por temor o por inercia se quedaron expectantes. Razón por la que, a medida que el modelo republicano fue ganando posición, la contrarrevolución fue mutando hacia otras formas de resistencia relacionadas con la apatía, obstrucción, desobediencia y desinterés por el proyecto hegemónico y centralizador.
Fragmento tomado del libro:
Ricaurte, J. (2019). “Hasta los gallinazos tienen rey". Guerrillas armadas y otras formas de resistencia contrarevolucionaria en la provincia de Antioquia (1813-1830). Medellín, Colombia: IDEA.
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