El 11 de agosto de 1813 la legislatura de
Antioquia decidió formar un gobierno fuerte para frenar el avance de los
partidarios de la regencia encabezados por Sámano, que ya había ocupado las
provincias de Popayán y Cartago, y que para la fecha se encontraba en los en
los confines del Sur de la nueva república. Para ello, había instaurado, el 31
de julio de 1813, un régimen con facultades dictatoriales, encabezado por su
presidente-dictador, Juan del Corral (comerciante nacido en Mompóx pero
radicado junto a su padre gallego en la región), su secretario de gracia y
justicia, José Manuel Restrepo (antioqueño de vieja prosapia de comerciantes y
mineros asturianos) y su secretario de guerra y hacienda, José María Ortiz (nacido
en Antioquia, hijo del comerciante vizcaíno José Domingo Ortiz).
Todo este proceso constitucional, ahora se percibe como una anécdota más dentro del largo proceso de Independencia, el cual inclusive, es cada vez menos recordado y celebrado para dar paso a otros aconteceres patrios como el mal llamado “grito de Independencia” (20 de julio), que en realidad no fue una declaratoria emancipadora y la Batalla de Boyacá (7 de agosto), que aunque debilitó los ejércitos del rey en la zona central de Tierra Firme, no había erradicado el pensamiento y poder realista.
Volviendo al caso de la antigua provincia española de Antioquia encontramos que la historiografía local suele pasar por alto el acto mismo de constitución en un Estado Independiente, separado tanto de la metrópoli española como de algún otro ente superior, sea este la audiencia o el virreinato. En este sentido, François-Xavier Guerra fue acertado en comprender que en la América española no fueron los virreinatos, audiencias y capitanías (entidades más inciertas y fluctuantes), sino las gobernaciones y su ciudad cabeza, las entidades donde nació y se formó la vida social, cultural y política (personalidad histórica) y por tanto fueron depositarias de la soberanía, en caso de que esta fuera alterada o trastocada, tal como sucedió en la primera década del diecinueve.
Esta es la razón por la que en tiempos de crisis estas realidades físicas, sobre todo en Tierra Firme, asumieron su propia soberanía y la de sus adscripciones geográficas, por considerarse a sí mismas como entidades autónomas y con fundamento histórico, es decir, con derechos constitutivos (de constituirse y formar constituciones). En sus palabras:
Todo este proceso constitucional, ahora se percibe como una anécdota más dentro del largo proceso de Independencia, el cual inclusive, es cada vez menos recordado y celebrado para dar paso a otros aconteceres patrios como el mal llamado “grito de Independencia” (20 de julio), que en realidad no fue una declaratoria emancipadora y la Batalla de Boyacá (7 de agosto), que aunque debilitó los ejércitos del rey en la zona central de Tierra Firme, no había erradicado el pensamiento y poder realista.
Volviendo al caso de la antigua provincia española de Antioquia encontramos que la historiografía local suele pasar por alto el acto mismo de constitución en un Estado Independiente, separado tanto de la metrópoli española como de algún otro ente superior, sea este la audiencia o el virreinato. En este sentido, François-Xavier Guerra fue acertado en comprender que en la América española no fueron los virreinatos, audiencias y capitanías (entidades más inciertas y fluctuantes), sino las gobernaciones y su ciudad cabeza, las entidades donde nació y se formó la vida social, cultural y política (personalidad histórica) y por tanto fueron depositarias de la soberanía, en caso de que esta fuera alterada o trastocada, tal como sucedió en la primera década del diecinueve.
Esta es la razón por la que en tiempos de crisis estas realidades físicas, sobre todo en Tierra Firme, asumieron su propia soberanía y la de sus adscripciones geográficas, por considerarse a sí mismas como entidades autónomas y con fundamento histórico, es decir, con derechos constitutivos (de constituirse y formar constituciones). En sus palabras:
“…subsistieron como unidades políticas jurídicamente reconocidas los pueblos, villas y ciudades con una jerarquía de dignidad y de poderes que, como en Castilla, estructuró el espacio alrededor de las ciudades principales: más, incluso, que en Castilla, a causa de la ausencia de señoríos y de la más débil, en tanto lejana, autoridad real. Esta fue la estructura territorial de base de toda la América española: las ciudades principales con sus territorios y pueblos dependientes… De ahí, también, la fuerza del mal llamado localismo o regionalismo americano y la relativa inconsistencia de las unidades políticas superiores, fenómenos que aparecerán claramente en la época de la independencia”.
Sin duda, esta es la principal razón de la aparición del fenómeno llamado eclosión de soberanías y no la tradicional explicación de la Patria Boba, fabula inventada ante la incapacidad de dilucidar de manera coherente el problema de la mayoría de las neonatas repúblicas hispanoamericanas, la carencia de unidad nacional. Lo que a su vez, tiene relación con la deformación moderna del concepto de patria, ya que es desprovista de su carga simbólica y por ello es necesario volver a la raíz latina páter: lugar de donde provienen los padres, para entender los conceptos de patria, patricio y patriota.
En
el caso de Antioquia, sabemos que estos derechos históricos y constitutivos,
llevaron a esta provincia a formar una Junta Suprema de gobierno, de manera
temprana, el 27 de junio de 1811, erigiendo para este propósito el Estado
Soberano de Antioquia, que por estas fechas redactó su primera carta política
(constitutiva) llamada: “Reglamento de constitución provisional para el Estado
de Antioquia”, aún custodia y defensora de los derechos a gobernar de la
monarquía española.
Lo que no queda claro es porque sí se habían
formado juntas de gobierno para salvaguardar el orden y la tradición, que
además eran depositarias de la soberanía regia y protectoras de los derechos del
gobierno monárquico, terminaron rechazando la regencia y declarándose
territorios libres de la metrópoli y monarquía. Así había sucedido en Caracas en
1810 cuando en esta capital se había reunido una Junta de gobierno preservadora
de la soberanía de Fernando VII y no se puede explicar cómo a mediados del
siguiente año, se reúne nuevamente una asamblea para declarar la Independencia.
Acto seguido por la también caribeña Cartagena, que siguió su ejemplo unos
meses más tarde y media decena de repúblicas más en los siguientes años.
Mucho se ha especulado sobre los motivos que
llevaron a estas alteraciones del orden natural y jerárquico, atribuyéndose a
estas, casi siempre, la influencia de las revoluciones Atlánticas ocurridas en
Estados Unidos, Francia y Haití, las ideas de la ilustración y la presencia de
afrancesados, liberales radicales y conspiradores que habían logrado socavar,
momentáneamente, la soberanía del Imperio español en América.
Causa más que curiosidad que Antioquia, una
provincia que no era cosmopolita, por no ser receptora de migración extranjera
y por no tener élites ilustradas, ni entidades donde se practicaban las nuevas
formas de sociabilidad (tertulias, círculos de lectores, centros de
pensamiento, etc.), ni siquiera instituciones de educación superior, hayan
podido triunfar las posturas radicales, extremas y rupturistas.
Esta confusión
se debe en gran parte a la historiografía tradicional que ha instalado la idea
de que Antioquia acogió fácilmente la idea de la Independencia, siendo
contradictoriamente una de las provincias españolas más tradicionalistas,
católicas y donde el elemento peninsular estaba más arraigado.
Así que entre los motivos llevaron a
decretar la independencia de Antioquia los menos aplicables son:
1. El odio a los españoles europeos, pues todos éramos españoles unos nacidos en América y otros en Europa, y sobre todo, que al final todos estos individuos eran hijos o nietos de europeos, por tanto, tenían nexos de sangre, comerciales, históricos y afectivos con la Península.
2. La exclusión de cargos públicos de la provincia pues el cargo de gobernador antes de esta crisis lo detentaba un americano, Francisco de Ayala, y los cargos de los distintos cabildos: alcaldes ordinarios, alférez real, alguacil mayor y el de los empleados procurador, escribano, mayordomo y depositario, entre otros estaban ocupados, mayoritaria o exclusivamente, por americanos.
3. Que el gran comercio estaba repartido en la misma proporción entre españoles americanos y europeos, y que sus familias estaban vinculadas con algún peninsular, por vínculos de sangre, negocios y asociaciones.
Siguiendo
lo redactado en este acto de Independencia se observa que en realidad fue una
respuesta a la crisis de la monarquía, la anarquía y estado de ingobernabilidad
que se vivía en ambos hemisferios, cuando en el texto se reconoce que se
procede en consecuencia a la caída del régimen virreinal desde los sucesos de
Caracas y Cartagena.
En especial, en la capital del virreinato Santa Fe
(Cundinamarca), afirmando lo siguiente: “Nadie ignora los principios, los
motivos y derechos que han tenido y presentado a la faz de la Nueva Granada
para proclamar su independencia absoluta aquellos pueblos hermanos que se han
anticipado entre nosotros a sacudir gloriosamente el yugo de la Monarquía
española”. Es decir, se procedió ante el deterioro de la autoridad del rey en
esta parte de América, situación que se acentuó aún más con el temor de la
victoria del Imperio francés, antagonista y enemigo de los pueblos católicos y
de tradición hispánica.
De manera que fue una reacción, efecto
dominó, frente a la desprestigiada Junta de Regencia y a “los manifiestos
públicos de Venezuela, Cartagena y el que Cundinamarca acaba de hacer
últimamente”. Por ello, se apeló a los principios de retorno de la soberanía al
pueblo, mal entendido como soberanía popular, que fue interpretado por los
primeros constitucionalistas antioqueños como la potestad de “ser gobernados en
sociedad, baxo la forma y mando que ellos mismos (el pueblo) quieran, y
señalen”.
No obstante, esta Junta fue enfática en
manifestar que esta oportunidad se presentó como consecuencia de la anomalía
política, que otros autores toman como un primer ensayo de modernidad, cuando
la junta reconoce que este acto se presentó ante “las críticas circunstancias
que han puesto la República en la necesidad de crearse un libertador a todo
trance”. En este sentido se decidió declarar que:
“…el Estado de Antioquia desconoce por su Rey a Fernando VII y a toda otra autoridad que no emane directamente del Pueblo o sus Representantes, rompiendo enteramente la unión política de dependencia con la Metrópoli y quedando separado para siempre de la Corona y Gobierno de España.
Seguidamente cuando se decretó refrendar el juramento a la Independencia y la instauración de la nueva república ante los habitantes de Antioquia, acto que dotaría esta carta de legitimidad, se entendió que se realizó en “virtud de esta abjuración”, queriendo decir con ello, que se quería retractar de un error y prometer no volver a cometerlo, pero que curiosamente se presentó gracias a la, según su parecer, “saludable y santa alteración”.
En consecuencia, esta declaratoria de
Independencia fue producto de una suma de giros y circunstancias, y que jamás
fue producto de un deseo arraigado y profundo de romper los vínculos con la
monarquía y la metrópoli política. Raíz y antecedente que muchos ven erróneamente
en las revueltas comuneras que se presentaron a finales del siglo.
En
todo caso se trataría de un efecto dominó por cuanto Antioquia se encontraba
encerrada entre dos provincias rivales, Cartagena y Cundinamarca, pero también ocasionada
por la ataraxia del comercio trasatlántico que debilitó el próspero mercado
exportador-importador suramericano (de ahí que no es raro que los firmantes de
esta constitución sean comerciantes) y por la creencia difundida que Napoleón se
apoderaría del pilar americano del Imperio español y crearía estados satélites tal
como lo había hecho en Europa.
Autor:
Jon Erreka
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