El hispanismo apoyado en la filología, historia y otras disciplinas sociales se había constituido en una corriente de
gran relevancia, desarrollo y aceptación en el ámbito académico y universitario.
Ello gracias a la elaboración seria, concienzuda y fundamentada de muchos estudiosos
que llevaron el rigor académico, el compromiso intelectual y la profesionalidad
hasta lo más alto de sus investigaciones.
Hoy para nadie es un secreto que el hispanismo dejó
de ser una corriente de desarrollo exclusivo de los especialistas sociales,
para pasar a un sector más amplio dominado por los divulgadores de contenido, aunque
también aparecen algunos académicos de diversas especialidades que hacen,
escriben y opinan sobre esta corriente, en particular sobre la historia.
Se trata de una ola de hispanistas que se subieron
al tren cuando la obra Imperiofobia y
leyenda negra de Roca Barea tuvo gran éxito en los países de habla hispana.
Por solo nombrar algunos en el ámbito hispanoamericano aparecen apellidos tan
activos, sonados y publicitados como Gullo, Lons, Zunzunegi y Aita.
Lo cierto es que este discurso tomó fuerza en una
especie de neo hispanismo masivo y democrático, en medio de las celebraciones
del segundo centenario de las Independencias, en el que, ya de una manera más
digerible y menos academicista, decenas de divulgadores se dieron a la tarea
bajar al público lego muchas de las teorías expuestas por los especialistas.
Esto, sin duda, catapultó el hispanismo a niveles jamás antes
vistos, gracias al papel que jugaron las redes sociales en la difusión de este
tipo de temáticas. Sin embargo, muchas de estas narrativas y obras carecían de
rigor académico, no aportaba a la reflexión crítica y no tenía una adecuada
atención y citación de las fuentes empíricas y bibliográficas.
Este último punto es muy importante puesto que, por
las dinámicas mismas de la comunicación en las redes sociales y la naturaleza de esta neo-corriente, no se tuvo una posición clara frente al plagio de
ideas, no se aportó al estado de la cuestión (en concreto a la historiografía) y no se tuvo un compromiso frente a los principios de rigurosidad, veracidad, objetividad
y contrastación de datos.
Otra de las críticas personales a la neo corriente
es la implantación rápida y masiva de ideas, algunas generalizadas y no tan
precisas en un mundo tan amplio y diverso como lo es la hispanidad. Por ejemplo,
quedó la sensación de que la hispanidad nació en Argentina en la década de 1920
como respuesta a la reivindicación étnico-cultural de los italo-estadounidense,
cuando se apropiaron y dieron forma al Columbus
Day. Se supone que, a partir de allí, a modo de imitación, la mayoría de
los gobiernos hispanoamericanos instauraron este día (12 de octubre) como el
Día de la Raza, siendo pionero el país austral en 1917, seguido por Venezuela y
Colombia en 1921, Chile en 1922 y México en 1928.
Otro supuesto habla de que, a partir de allí, algunos intelectuales, entre ellos el padre Vizcarra, reflexionaron sobre el término
hispanidad y lo que representaba el Día de la Raza. Idea que fue reforzada por
otros filósofos y escritores como Maeztu, Gomá, García Morente, Basterra y
Pemán. De ahí nació, según muchos teóricos, entre ellos el jurista Miguel
Ayuso, el constructo que todos llaman hoy hispanidad, al menos como sustantivo
propio.
Lo cierto es que esta coyuntura y este contexto
particular representan solo un sector y desarrollo del hispanismo, aquel
defensor de una idea nacionalista y europeísta de la hispanidad. Por ello la
importancia de diferenciar este movimiento con el hispanismo americano
decimonónico: aquel nostálgico de la España que se fue tras los procesos de
Independencia y que se manifestó en intelectuales de la talla de Rubén Darío,
José María Vergara y Vergara, José Eustaquio Palacios, Miguel Antonio Caro,
Tomás Carrasquilla, José Vasconcelos, José Elguero Videgaray y Enrique de
Olavarría y Ferrari, entre otros.
De otro lado, el hispanismo emergente a partir del 2016 no
posibilitó el avance de los estudios literarios, filosóficos e históricos, al
ser parte de una corriente poco original, que nació como copia de pioneros que ya habían
alertado, por ejemplo, sobre la Leyenda Negra, como es el caso de Julián Juderías (1917). En especial, dado que este campo estaba condicionado o apalancado por las redes sociales y las dinámicas propias
de la comunicación actual; es decir, la brevedad, la inmediatez, la
actualización de contenido, la viralización y la monetización.
Todo ello abrió una brecha entre el hispanismo
académico y la neo hispanofilia, la cual ya había sido identificada en la
crisis que sufrió esta corriente (el hispanismo) en la década de 1980, en campos
como la filología, los estudios literarios y la historia. Esta reflexión
crítica puntual fue muy positiva para muchas de las disciplinas sociales en las
que se apoyó; por ejemplo, de allí nació un periodo de renovación
historiográfica que produjo cosas interesantes y, aunque estos trabajos no fueron hegemónicos,
si lograron hacer frente a la publicidad de la Leyenda Negra a vísperas del
quinto centenario.
Actualmente el hispanismo ha entrado en una fase de
incertidumbre que no solo desdibuja lo ya avanzado en historiografía, sino que
también pone en crisis la corriente misma, en particular, porque se le acusa de
intentar reescribir la historia para cumplir con su propósito principal,
combatir la Leyenda Negra. Del mismo modo se corre el riesgo de estar alimentando
un hispanismo inconexo con la tradición académica, el ejercicio crítico y el
rigor científico.
Lo cierto es que el neo-hispanismo ha planteado un reto para el hispanismo académico, al tener que competir con una corriente que tiene un frágil régimen epistemológico, una narrativa problemática y una deriva historiográfica; en particular, al convertirse en propaganda a la inversa, paradójicamente lo que tanto intentó combatir. Por esto se hace necesario abordar reflexivamente este fenómeno y aprovechar esta crisis para replantear metodológicamente una estrategia que vuelva a posicionar el hispanismo como una corriente seria, respetada y de gran desarrollo en el mundo.
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