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sábado, 3 de febrero de 2024

Los indios realistas en la provincia de Antioquia, parte 2

 

La resistencia simbólica y silenciosa de los pueblos de indios en Antioquia

En Antioquia la resistencia indígena frente al proceso revolucionario no fue masiva, decidida y cruenta como si sucedió en otras provincias neogranadinas: los casos de Santa Marta, Riohacha y Valledupar en el norte (Caribe) y los de Popayán y Pasto en el sur (Pacífico). Básicamente, porque las comunidades indias del interior de esta región andina eran minúsculas, dispersas y políticamente desorganizadas. Caso contrario se presentó en las comunidades periféricas, más numerosas y concentradas en territorios donde no hacía presencia la administración virreinal (estaban por fuera del sistema de dominio español). Por ello, valdría la pena distinguir estos dos tipos de grupos étnicos que coexistían en la región para entender mejor su inserción o rechazo, de cara al advenimiento de la Republica.

Dentro de los nativos incorporados al régimen español, a quienes también podríamos llamar “tributarios”, se encuentran los resguardos o “pueblos de indios”[1]. De ellos en Antioquia a vísperas de la Independencia quedaban solo diez de importancia: Buriticá, Sopetrán, Sabanalarga, Cañasgordas, La Estrella, El Peñol, Sabaletas, Ocaidó, San Antonio y Urrao. Vale la pena mencionar que eran comunidades pequeñas y dispersas, como indica en 1808 el registro de indios tributarios: contados a partir de los varones entre 15 y 45 años[2].

Por su parte, los no incorporados tenían comunidades más numerosas que vivían según las autoridades, en estado “salvaje” y muchas veces nómada. Hablamos de grupos humanos pertenecientes a las etnias kunas, tule, chocoes y emberas asentadas en territorios donde no había presencia de la administración. Eran tribus belicosas que históricamente estaban en estado de guerra con la Corona española, lo que los hizo aliados estratégicos de potencias extranjeras con las que tenían trato comercial, negocios y asistencia mutua; razón por la que allí se desarrolló el contrabando y otras prácticas subrepticias[3].

No es casual que algunos de los anteriores grupos apoyaran las huestes revolucionarias, dada su rebeldía y hostilidad frente a los españoles. También, como se ha mencionado, por su cercanía y afinidad con las potencias rivales extranjeras como Gran Bretaña. En el caso contrario, los indios aquí llamados “incorporados” o tributarios mantuvieron una relación de dependencia y fidelidad frente a la Corona y, por tanto, reaccionaron y resistieron de manera simbólica o armada cuando sus lealtades, sistema de gobierno y alianzas se vieron amenazadas. 

A este punto, es necesario señalar que, paradójicamente, fueron las Cortes de Cádiz las que, inicialmente, rompieron la relación de vasallaje histórico mantenida con estas comunidades. Ello, a raíz de la aplicación de medidas liberales como el decreto que ordenó la exención general del tributo indígena en marzo de 1811. Dictamen que en junio fue incluido en la Constitución Provisional del Estado Soberano de Antioquia, la cual aún reconocía el derecho de gobernar de Fernando VII y fue firmado el 18 de diciembre por Miguel de la Calle, José Pardo, Pantaleón Arango, Pablo Zuluaga y Gómez de Salazar[4].

Al siguiente año (1812) el Poder Legislativo del Estado de Antioquia suprimió definitivamente los fueros, justicia y sistema fiscal propio indio, declarándolos como “ciudadanos libres de tributo”[5]. El edicto fue enviado a los distintos resguardos para su conocimiento, aceptación y firma. Sin embargo, la medida no fue bien recibida por muchas de estas comunidades étnicas. Buriticá, por ejemplo, fue uno de los primeros pueblos en reaccionar y enviar un documento manifestando su inconformidad, alegando lo siguiente:

 

…ante Vuestro Señor con el debido respeto, parecemos diciendo: que resultándonos en nuestro concepto un gravamen con la libertad que se nos ha declarado, suplicamos a Vuestro Señor que con el mayor rendimiento sea elevada la acción de libertad y se nos deje en nuestro antiguo estado de indios, pues en el ofrecemos ejercer todas las funciones de ciudadanos y Patriotas[6].

 

A su vez, José Vicente Sixo, en representación de El Peñol, se lamentó de la pérdida de su antiguo estado, en el cual dice estuvieron por gracia de la Divina Providencia y donde, según su parecer, se sentían “muy gozosos sin que la ambición o vanagloria de ser ciudadanos nos tire y persuada a gozar del concedido indulto y libertad”[7]. Su descontento también se presentó frente a la eliminación del tributo y la imposición de otros impuestos pues, como indicaron, apenas podían “pagar el corto tributo de su Majestad”, ahora cómo podrían cumplir, ya en calidad de ciudadanos, con los derechos que se les “condena”[8].

Los indios de Buriticá también fueron enfáticos en solicitar la “sanción de la libertad para continuar en el antiguo estado de indios”[9]. Sin embargo, la Sala Primera de la Legislatura de Antioquia rechazó las distintas peticiones y demandas, alegando que se trataba de una ley superior, de obligado cumplimiento, aplicada a todos los reinos de Ultramar y basada en los principios de justicia y libertad, en clara alusión a lo dicho en Cádiz.

A raíz de la irreversible supresión del sistema antiguo, los choques e inconformidades frente a la República comenzaron a aflorar entre las distintas comunidades indígenas. En la ciudad de Marinilla, la Junta Provincial de Seguridad y Vigilancia realizó un juicio sumario contra el indio Juan de Dios Sánchez, vecino de San Antonio de Pereira, por haber “vertido sugerencias sugestivas contra el Gobierno”[10].

Una vez restaurada la autoridad real con la llegada del general Francisco Warletta, los resguardos acudieron a participar en los actos de desagravio y juras al rey junto a las autoridades civiles y eclesiásticas. En esta ocasión, no se hicieron esperar las muestras de afecto al soberano, señalando ya haber calmado la “tempestad” y cumplido sus “ardientes deseos” de estar de nuevo bajo el cobijo del adorado Fernando VII[11]. A su vez, ofrecieron contribuciones y donativos en granos, cereales, pesca, animales y otros abastos.

Este suceso dejó al descubierto la existencia de una narrativa de lucha y resistencia que se expresó de manera simbólica y pasiva frente a las armas, leyes, prácticas y autoridades republicanas[12]. Los indios de Buriticá, por ejemplo, afirmaron que su obediencia hacia el nuevo gobierno había sido ficticia y por ello anhelaban retornar al amparo del rey, a quien se referían como su “padre, protector y salvador”. Además, se quejaron de la privación de su protector de indios y, particularmente, de que sus privilegios habían sido “violados y se nos obligó a obedecer órdenes contrarias a los sentimientos que nos animaban”[13].

Constante solicitaron al rey restituir los resguardos y devolver las tierras y propiedades que habían sido enajenadas, repartidas o vendidas por la República. Sobre todo, porque a consecuencia de esto, nativos como los del resguardo de Sabanalarga se habían reducido, sus casas habían sido destruidas y su agricultura había decaído dramáticamente. Un informe de Salvador de Guzmán y Ferraro indicó que a consecuencia de la revolución muchos indios estaban en fuga o hacinados en Cáceres, San Agustín y los reales de minas vecinos[14]. A su vez, razones como la anterior habían llevado a los indios del El Peñol a pedir la expulsión de todos los libres de su jurisdicción y volver a repoblar la zona con naturales[15].

En 1817 el pueblo de Ocaydó, supeditado territorialmente a Antioquia, pidió la restitución de su corregidor, alegando que este fue el motivo por el cual no fueron censados y, en consecuencia, no pudieron pagar el correspondiente tributo. Lo cierto es que el desplazamiento de la población indígena dificultó el censo, tributo y restitución de los resguardos; como afirmó Luis Antonio de Villa, corregidor del pueblo de Sopetrán en 1818: la revolución había ocasionado grandes pérdidas que los obligaron a abandonar el territorio[16].

Además de los anteriores casos, que evidencian la existencia de una rebeldía simbólica de los indios, quienes manifestaron haber aceptado el gobierno republicano por temor a represalias, también se observa una resistencia armada para frenar el avance revolucionario.

Extracto tomado del libro de John Alejandro Ricaurte Cartagena titulado "Hasta los gallinazos tienen rey". Guerrillas contrarrevolucionarias en la provincia española de Antioquia (1813-1830).



[1] Eran verdaderas repúblicas puesto que jurídica y administrativamente eran reconocidas por el Estado y se diferenciaban de las de “blancos”, es decir, los municipios o ayuntamientos en que poseían una estructura social y organización propia. De ahí que, dada la relación histórica con estos pueblos aliados, en Antioquia pervivió una concepción dual de la administración: una república de “blancos” y otra de indios que, si bien tenían una legislación y forma de gobierno diferente, hacían parte de un mismo Estado nacional.

[2] Buriticá (729), Sopetrán (510), Sabanalarga (820), Cañasgordas (158), La Estrella (620), El Peñol (de 822 la mayor parte), Sabaletas (499), Ocaidó, San Antonio y Urrao. Víctor ÁLVAREZ MORALES (ed). La relación de Antioquia en 1808. Expedición Antioquia 2013, Medellín, 2008.

[3] AGI. Panamá, d. 229, l. 3, ff. 361v-363r.

[4] Superior Declaratoria en favor de la libertad de los indios tributarios. AHA., Fondo Independencia, t. 824, d. 13004, ff. 77r-79v.

[5] Vale la pena aclarar que, en materia de tributos, la legislación española les permitía pagar el tributo al rey en especie o metálico, dependiendo de sus particularidades, actividad económica (indios de pesca, mina y caza), geografía, economía y recursos. También según los artículos que pudieran tributar: mantas, minerales, agricultura, ganado, tejidos, trabajo (en obrajes) u otro tipo de servicio.

[6] AHA., Fondo Independencia, t. 822, f. 31r.

[7] AHA., Fondo Indios, t. 27, d. 857.

[8] AHA, Fondo Indios, t. 27, d. 857, ff. 2r-3v y Fondo Independencia, t. 822, f. 33v.

[9] AHA., Fondo Indios, t. 27, f. 424r.

[10] Junta provincial de seguridad y vigilancia, AHMA, Actas del Cabildo, t. 94, ff-1-5, (julio de 1812).

[11] AHA., Medellín, Fondo Independencia, t. 836, f. 19r.

[12] Como indica Yoel Castaño: “Con el ingreso de las tropas realistas de Warletta en la Provincia de Antioquia, los indios vieron retornar por un corto período sus antiguos privilegios y desaparecer la odiosa carga que para ellos implicaba ser un ciudadano. Por un breve lapso de tiempo desapareció la incertidumbre a la que se vieron avocados por el gobierno republicano, y hasta volvieron a rematarse, a sacarse a pública almoneda y a cobrarse los tributos. También los indios aprovecharon esa breve coyuntura para hablar con desdén del gobierno insurgente, y recrear una leyenda negra de esa primera república, a la cual se refirieron con términos como “tiempo calamitoso”, “tempestad política”, gobierno “intruso”, “revolucionario” o “insurgente”...” Yoer CASTAÑO PAREJA, “De menores de edad a ciudadanos: los indígenas de Antioquia y otras zonas neogranadinas frente a los postulados libertarios de la primera república, 1810 – 1816”, Anuario Historia Regional y de las Fronteras, v. 13, n. 1, 2008, pp. 50 y ss.

[13] Karina SALGADO HERNÁNDEZ, “Indios, ciudadanía y tributo en la Independencia neogranadina. Antioquia [1810-1816]”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social 4 (2014): 26-43.

[14] AHA., Fondo Independencia, t. 868, d. 13579, ff. 1-2v.

[15] AHA., Fondo Independencia, t. 858, d. 13447, ff. 153-154.

[16] AHA., Fondo Indios, t. 27, d. 873, ff. 45-46.

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